La unión hace la fuerza
El ser humano nace tan vulnerable que si un adulto no lo cuida se muere y por lo tanto la dependencia es imprescindible. Esa función generalmente la cumplen los padres, y el afecto y el cuidados recibidos son la garantía para sobrevivir, una experiencia que queda grabada a fuego en el cerebro, más específicamente en el sistema límbico.
Hay que entender que el hombre es un ser gregario: es decir necesita del resto para vivir: ya que junto con el otro enfrentábamos enemigos que nos superaban en fuerza, es decir aislados nos encontrábamos más expuestos a los depredadores: Esto debe ser entendido como parte de la supervivencia, por eso decimos que el cerebro es un órgano social: los seres humanos estamos diseñados para pertenecer a un grupo.
Esa dependencia es una de las simientes que diseña la necesidad de armar y formar parte de grupos (sean familiares, sociales, laborales) y la razón de por qué ser excluido siempre resulta un proceso doloroso. De hecho los castigos de la antigüedad: el destierro, el ostracismo, o el exilio y la cárcel tiene que ver con este padecimiento como forma de penitencia: sufrir por la soledad y el aislamiento.
Hoy se nos pide para cuidarnos, paradójicamente aislamiento.
La propuesta es que si bien no podemos estar juntos físicamente no debemos dejar de vincularnos: ya que es la unión la que hace la fuerza.